viernes, 31 de diciembre de 2010

Un año más

Como muchos sabréis, ejerzo de informático.
Esta mañana, cuando llegaba al trabajo, me he encontrado a un compañero que estaba trajinando con su equipo. Cuando le he preguntado que hacía, me ha dicho que estaba haciendo un backup, porque estaba a punto de lanzar unos procesos de cierre de año de una aplicación y quería tener un punto de recuperación, no fuera que algo saliera mal.

Y no sé porque, quizás porque era el último día del año, me ha hecho gracia y le he comentado que no estaría mal poder hacer eso con la vida, establecer puntos de restauración en días determinados, por si algo nos va mal echar marcha atrás y cambiar las cosas...

Este año no ha sido el mejor año de mi vida, la verdad.
No tanto por mí, que al final en mi estancamiento estoy tan estándar como siempre (puede que ese sea el fallo, ¿verdad?). Pero últimamente en mi entorno cosas malas que suceden aquí y allá, gente que se va, gente que no se ha ido pero ha desaparecido, no todo huele bien, y se nota...
Aun así, no sabría donde poner un punto de recuperación, al menos no en este año, por lo que no debe haber sido tan terrible. Y lo cierto es que confío en que las cosas cambien a mejor y el próximo año seamos todos mucho más felices.

Así que quiero desearos a todos un maravilloso año 2011. Que se lleve lo malo y todo aquello que nos está dejando paralizados, y que nos traiga un montón de cosas buenas. Sé que alguna viene en camino, que sólo queda esperar, y confío que alguna más la acompañe.
Pero más que nada espero que lleguen las buenas que nos sorprendan, las que generan más ilusión por ser inesperadas, que creo que ahora hacen mucha falta.

Y sobre todo, ojalá que nadie cercano termine el año deseando poder volver atrás a un punto de restauración. Que sea lo que sea lo que nos toque vivir, no nos arrepintamos.

Sed muy felices.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sobre la corrección política y la libertad de expresión...

Está tan de moda últimamente en ámbitos liberales criticar la corrección política cuando según quién dice según que cosas, que a uno le dan ganas de meterse bajo tierra.

Resulta que si Sánchez Dragó cuenta en un libro que se tiró a dos prostitutas japonesas de 13 años y que en realidad ellas casi le violaron, se trata de un mero acto de libertad de expresión creativa que ha de ser protegida. Y que si Salvador Sostres se dedica a contar que le molan más las niñas de 17 años porque no huelen a ácido úrico y parecen lionesas rellenas, aparte de estar mucho más dispuestas a agradar en la cama, y lo dice en un plató lleno de gente, entre trabajadores, público asistente y compañeros de tertulia, es una conversación privada a la que nadie debería tener acceso.

Y según dicen algunos defensores, si la gente se queja es porque:
a) Son personajes afines a la derecha, y sus detractores son unos progres tendenciosos.
b) Porque hay un exceso de corrección política (también impulsada por la perniciosa y siniestra izquierda) y la gente no tiene la libertad de decir lo que piensa.

Y yo comienzo a pensar que el mundo empieza a ir al revés.

Porque sí, entiendo que la ley dice que una niña de 13 años puede irse a la cama con quién quiera, así que Dragó ni siquiera hizo apología de la pederastia. Pero el suyo no deja de ser un comentario que puede ser criticable por lo repugnante que nos parece a muchos el que un adulto contrate prostitutas de 13 años. Y, quizás me equivoco, pero a mí me vendieron su libro como una especie de colaboración autobiográfica entre Boadella y él, así que ¿en que quedamos? ¿Es la libertad creativa de un pergeñador de historietas? ¿O es parte de las memorias de una persona con un comportamiento personal perfectamente criticable?
Para convencerme de que en realidad Dragó estaba intentando escribir una nueva versión del "Lolita" de Nabokov (insigne entomólogo, por cierto) ya llegan tarde...

Y sí, al señor Sostres le han publicado en internet y luego en otros medios una conversación que él ni esperaba ni había dado permiso para que se emitiera. Y sí, puedo entender que estaba de cachondeo.
Pero de un cachondeo de muy, muy mal gusto, y ante el público asistente al programa, lo que hace que sus expresiones no tuvieran nada de privadas, expresando además ideas machistas primero y xenófobas después, para un conjunto como poco vergonzante. Al final, cuando se le hace ver lo inapropiado de su chanza ante el tipo de asistentes, decide continuar con su gracieta, como si diese igual que fueran niños. Y a posteriori nos ha tratado de convencer de que, por el simple hecho de no estar retransmitiéndose en directo por televisión, se trataba de una conversación privada , como si todas esas personas que le rodeaban y asistían al debate en el que participaba, o aquellos que trabajaban en el plató, evidentemente centrados en los tertulianos todos ellos, se hubiesen desconectado igual que la emisión.
Si estuviera en el autobús con un amigo y me dedicara a decir lo mismo que ha dicho Sostres, no me quejaría de que alguien que me oyera me llamara la atención, al revés, se me pondría la cara roja. Porque el ámbito en el que mantengo la conversación también marca su nivel de privacidad. Y eso que en el autobús nadie estará allí para oírme específicamente a mí, como si ocurre en un plató con público.

Se habla muy a la ligera de la corrección política, como si el respeto al otro fuese una cuestión de hipocresía y no de buena educación, y como si al final la gente que procura ser respetuoso con los demás fueran falsos o reprimidos que no muestran al mundo libremente su personalidad.
Y lo cierto es que no, que va mucho más lejos. Que es una cuestión de profunda carga educativa. Que se puede tener el humor más negro y hasta el más soez del mundo cuando uno está en total confianza, pero se está obligado a guardar cierta compostura cuando se está delante de otros a los que ni conocemos ni podemos juzgar apropiadamente, otros a los que igual ofendemos imprudentemente. Y que cuando tenemos opiniones que sabemos que pueden ofender a otros, no hace falta expresarlas sin más solo porque sean nuestras ideas, pues al final nada nos asegura que no estemos equivocados.

Al final a mí me queda el regusto ácido de que se está prostituyendo el concepto de libertad, que se emplea erróneamente para definir algo parecido a "lo que a mí me de la gana", sin plantear ni por un segundo que es algo mucho más profundo; algo cargado, sobre todo, de responsabilidad. Es ese mismo concepto de libertad al que se aferran los que defienden su libertad de disfrutar de las corridas de toros o la de fumar en espacios públicos cerrados, sin plantearse consecuencias de ningún tipo.

Y duele ver como muchos que se denominan a si mismos como liberales hacen tanto daño a un término tan esencial para asegurar el respeto mutuo que tanta falta nos hace. Y como se critica y ataca la tolerancia ante la diferencia, como si fuese una muestra de cobardía y no una muestra de valor ante el miedo a lo desconocido.

Que penita, de verdad...

martes, 26 de octubre de 2010

Riesgo moral

Ayer estuve viendo Wall Street 2, la continuación de aquella gran película de Oliver Stone, de finales de los 80. No está mal, me entretuvo bastante, aunque no termine de apreciar el final. Pero hoy no quiero hablar de cine.
No, hoy quiero hablar de algo que se llama "Riesgo moral", y que apareció en la película en diferentes momentos. Un término que sospecho que mucha gente no conoce bien.

Se define el riesgo moral, de una forma muy genérica, como la situación que se crea cuando alguien toma una decisión sin tener conocimiento de las posibles consecuencias. En esa situación, el individuo corre el riesgo de actuar equivocadamente, pero realmente no actúa voluntariamente mal.
Y hoy en día, en el ámbito económico, se emplea la vuelta de tuerca al término que le dio Kenneth Arrow, que hace hincapié en el tema de la delegación de la responsabilidad. En ese sentido, se incurre en riesgo moral de dos formas :
- Cuando se delega la responsabilidad en otros y se abusa de esa delegación, pidiendo más de lo que pediríamos si ejerciéramos la responsabilidad de forma directa (ejemplo clásico del que abusa de la sanidad pública, por ejemplo, pudiendo llevarla a la quiebra)
- Y cuando la persona en la que hemos delegado nuestra responsabilidad empieza a actuar en su propio beneficio sin medir el nuestro, que es el que se supone que protege (ejemplo típico del político corrupto, creo que todos lo entendemos)

Escuché el término por primera vez cuando comenzó la debacle financiera de hace un par de años, y surgió la "necesidad" de salvar a los bancos para evitar que su caída desembocara en la caída de todo el sistema. En aquel momento, diferentes opiniones críticas con la actuación avisaron de lo obvio: si se salvaba así a aquellos que nos habían metido en aquella situación, no se castigaba con la dureza necesaria ciertas actividades que habían facilitado llegar hasta ella. Cosas como el perseguir beneficios inmediatos, sin pensar en los riesgos de cara al futuro, buscando sólo el bonus inminente que enriquecerá al que maneja la operación pero quizás no asegurará como debiera la inversión. Y con ello se corría el riesgo de que todo se repitiera, de no aprender de la situación.

Por entonces, la mención al riesgo moral surgía realmente desde mentalidades muy liberales, en referencia a que no se podía dejar en manos de papá estado esa salvación del sistema. Los niños-bancos habían metido la pata hasta el fondo, y precisaban pagar por ello, y no se podía poner el peso de la recuperación sobre los contribuyentes, obligándoles a pagar a través de sus impuestos el dinero que otros habían mal-gestionado.
Está claro que muchos de esos ciudadanos habían contribuido a generar el problema desde el otro punto de vista del riesgo moral, dejando que alguien gestionara sus fondos sin mirar cómo, preocupándose sólo de que les devolvieran los beneficios (esta es la forma en la que observaba el riesgo moral Adam Smith, por cierto). Y en el mismo sentido, muchos habían ayudado a acentuar el problema dedicándose a la pura especulación inmobiliaria, la gran burbuja que se ha llevado todo por delante, ignorando la posibilidad de que los precios bajaran, como cualquier análisis sensato sugería.
Pero también estaba claro que el peso de la culpa recaía mayoritariamente en los gestores, supuestos expertos contratados para el fin de optimizar los beneficios, y que en su búsqueda de aumentar los suyos propios, habían facilitado el hinchado de la burbuja diseñando un conjunto de productos financieros que, lejos de reducir el riesgo como pretendían, no hacían sino aumentar y esparcir la mierda.

¿Y que tenemos hoy en día? Los bancos que fueron rescatados en los EEUU se recuperaron gracias a las ayudas y devolvieron el dinero que el estado les puso para quitarse de en medio cualquier obligación para con él. Este año están haciendo un reparto de primas récord, quizás resarciéndose de lo que dejaron de repartir en años anteriores...
A mí todo esto me indigna, claro, como a cualquiera que no sea parte del reparto y tenga un mínimo de memoria y conciencia crítica. Pero más allá de esa indignación, lo que me hace pensar es en la propia esencia del riesgo moral, cómo todos somos responsables y hasta que punto deberíamos cambiar el mundo en el que vivimos para que las cosas no fueran tan despreciables.


No voy a hacer aquí una crítica exhaustiva sobre la responsabilidad de cada uno, más que nada para evitarme el resultar dolorosamente hipócrita, y me centraré en un aspecto que me parece esencial para conseguir ese cambio: liberarnos progresivamente del peso burocrático que atenaza nuestro propio desarrollo social.
No quiero hacer apología liberal, considero esencial un estado fuerte capaz de regular el sistema para evitar los excesos de algunos, establecer un cierto orden equilibrador y facilitar la gestión de servicios públicos esenciales.
Pero echo de menos que los ciudadanos dispongamos de unas herramientas de decisión mayores. Me agobia el mundo político en el que vivimos, en el que opinamos una vez y otorgamos con ello a un determinado agente toda la responsabilidad sobre nuestras decisiones en los siguientes cuatro años (el riesgo moral sobre los gobernantes es en estos casos brutal). Me agobia que ese agente sea un partido que al final actúa con mecánicas propias, y preferiría que fuese algo más directo, un sistema en el que eligiésemos a personas, personas complejas con matices y diferentes ideas. Echo de menos, además, que se me consulte con más frecuencia en aspectos significativos y críticos en nuestra vida, y me gustaría que se trabajara en la dirección de cambiar la política para facilitar el acceso del ciudadano, de hecho creo que a través de la red se pueden facilitar muchas cosas.
Y, en gran medida, me asusta depender de los políticos, sintiéndome un mero peón en un mundo en el que creo que ellos me consideran una piececilla reemplazable, en vez de valorarme como el motivo de su existencia social, que es lo que en realidad somos todos...


Creo que hace falta un cambio, un cambio radical en nuestra forma de entender la política. Pero me asusta pensar que ese cambio solo sea viable fuera del sistema, que las estructuras actuales se hayan aferrado tanto a su poder para evitar esos cambios que el cambio solo sea viable de una forma "violenta", casi revolucionaria.
Me asusta que este asco que le voy cogiendo por momentos a los políticos no hace sino profundizar en esa idea, y que dentro de nada no encontraré en mi panorama político una alternativa en la que delegar que me ofrezca un mínimo de confianza.
Y que cuando acabe votando en blanco tendré encima quién me diga que así he desperdiciado mi voto, y que habré perdido legitimidad para protestar...

Tengo unos amigos que participan activamente en un partido político mínimo (creo que es el PUM+J, "Por Un Mundo mas Justo" ), pero realmente la idea no termina de convencerme, no deja de ser un partido, con mejores ideales, pero sin grandes pretensiones. Y últimamente me ha dado por pensarme el hacerme del "Partido de Internet", que tienen propuestas que me resultan interesantes, pero del que en realidad no sé demasiado...

¿Alguien tiene alguna buena idea? Por favor...

sábado, 16 de octubre de 2010

La vida (3)

En la última entrega de esta pequeña forma de homenajear a la vida, os comentaba muy a grandes rasgos las formas básicas en que se cree que se formó la vida en la Tierra.
Fue a grandes rasgos porque he decidido sugerir más que contar nada, porque espero que a alguien le llame suficientemente la atención las cosas que explico como para seguir indagando por su cuenta.
Y con esa metodología continuaré, a partir de este momento, a explicar uno de los mecanismos de aumento de la complejidad de los organismos más aceptados hoy en día, que además enlaza perfectamente con lo comentado al final del post anterior.

Me refiero, en concreto, a lo que académicamente se conoce como la teoría endosimbiótica, que viene a ser algo parecido a que la unión hace la fuerza (la simbiosis es un mecanismo por el cual dos especies diferentes de organismos interactuan, obteniendo ambos un beneficio de la interacción).
Esta teoría, propuesta por la insigne evolucionista Lynn Margulis (viuda, por cierto, del gran Carl Sagan), propone que las células eucariotas (las de verdadero núcleo, las que conforman todos los organismos superiores) proceden, por fusión simbiótica, de células procariotas (las más primitivas, no nucleadas, que conforman el mundo de las bacterias). Es decir, que diferentes células procariotas se fusionaron dando un nuevo tipo de célula (la eucariota), conformando una entidad superior que les producía beneficios globales.
Lo más importante de esta teoría, desde mi punto de vista, es como hace hincapié en la fusión de esfuerzos de diferentes organismos para alcanzar un resultado superior entre todos ellos. Es un tipo de ayuda y beneficio mutuo que se observa muy a menudo en el mundo de la biología, pero que realmente no se contemplaba como un mecanismo básico de añadir complejidad a un organismo, es decir, como un mecanismo evolutivo. Y para mí es clave porque representa una forma distinta de entender la evolución, que hasta ese momento solo se entendía como el resultado final de "conflictos", luchas, peleas y competitividad que hacían que solo los mejores individuos resultaran supervivientes. Una idea muy fuerte que está aun muy arraigada y que en realidad hunde sus raíces en las mejores ideas de Darwin y las peores de Adam Smith.

Esta teoría, que no está aceptada al cien por cien, aunque se da por cierta en el estudio del origen de cloroplastos y mitocondrias (componentes esenciales de las células eucariotas), va por tanto más allá de su propio alcance a nivel celular, pues supone en realidad un cambio de paradigma y una nueva forma de contemplar la realidad biológica.
Desde ese momento se acepta que la evolución puede producirse no solo por especialización y aumento individual de mejoras que se transmiten a la descendencia, sino que pueden existir también mecanismos que faciliten otras formas de aumentar la complejidad. Mecanismos radicales, cualitativos por encima de cuantitativos, saltos que contradicen las duras líneas marcadas por el neodarwinismo, avances en cierta forma Lamarckistas. Y aunque no hay muchas otras teorías de aceptación masiva que vayan por ese camino en la biología moderna, abre el espectro de lo posible a otras posibilidades no estudiadas.


En cualquier caso, el salto que supone pasar de un organismo procariota (sin núcleo definido) a otro eucariota (con verdadero núcleo) es esencial para alcanzar la complejidad biológica observable hoy en día en la naturaleza. Ninguno de los seres vivos con los que uno está acostumbrado a interactuar a un nivel macroscópico es procariota. Las plantas, los animales, los hongos... prácticamente todo lo vivo que cualquiera puede contemplar es eucariota, y debe su existencia a la adquisición del núcleo. Por múltiples motivos, que incluyen una mayor especialización, una mayor estabilidad estructural o numerosas ventajas en el esencial mantenimiento de la homeostasis interna (el equilibrio químico que precisa la célula para mantener su actividad), organismos pluricelulares desarrollados son directamente inviables en un mundo procariota.

La teoría endosimbiótica tiene actualmente su reflejo más interesante en la Simbiogénesis, que propone la fusión de los genomas de diferentes organismos que viven en simbiosis para dar algo totalmente diferente.
Pese a ser muy revolucionaria, poco a poco va abriendose camino entre las teorías evolutivas y, personalmente, tengo confianza en que acabe afianzándose entre ellas para facilitar ese cambio de paradigma en la biología que creo que tanta falta le hace al ser humano. Necesario para dejar de entender todo nuestro sistema vital como una competencia constante, para entender hasta que punto nos necesitamos, no solo como personas, sino también entre diferentes especies, como seres vivos.

No sé si seguiré con esta línea de posts de aquí en adelante, porque en realidad tengo el blog tan poco activo que no puedo asegurar seguir con nada relacionado con él. Pero no puedo dejar de invitaros a profundizar un poco en este tema, pues creo que además nos deparará grandes y agradables sorpresas en un futuro próximo. Algo que, con el inevitable pesimismo al que nos aboca la economía, intuyo esencial para nuestro desarrollo...

miércoles, 28 de julio de 2010

Periódicos y Toros y Yo.

Debería, como en un mantra, recordarme a mi mismo todos los días que no es bueno leer los comentarios que la gente hace en los diferentes periódicos que diariamente leo por internet. Que me encabrono a lo tonto, y que no merece la pena. Y que aunque den ganas de contestar casi uno por uno para pedir a los radicales de unos extremos y de otros que se paren a pensar, más vale no participar en determinados sitios, o se corre el riesgo de que te contesten y encima tengas motivos para seguir mordiéndote la cola (sí, yo llego)...

Hoy ha tocado con el tema de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Está todo tan politizado y enrarecido que uno lee cualquier diario y entre los redactores solo encuentra articulistas volcados hacia una opinión. Y los comentarios de los lectores... bueno, ya lo he dicho casi todo. Generalmente la gente moderada no participa en los forillos que se montan bajo las noticias.
Y es normal, parece que los radicalismos se retroalimentan, y aunque se trate de comentarios limpiados para evitar expresiones malsonantes o salvajadas extremas, lo cierto es que pensamientos exagerados y poco meditados prodigan como las malas hierbas, golpeándose de un extremo a otro como vulgares peleles...
Yo tengo mi blog, y aunque ya no me prodigue mucho y me lean cuatro gatos, creo que prefiero opinar aquí, que me sale al menos más rentable en discusiones estériles.
Y ya que el asunto del día es discutir sobre los toros, opinare sobre los toros, para no quedarme desactualizado: no me gustan, nunca lo han hecho, pese a que en mi casa se vean con frecuencia. No los entiendo bien, y no solo no me preocupa lo más mínimo que se prohiban, sino que lo considero razonable.


En contra de muchos razonamientos que he visto por ahí, no es tanto que lo decida por que no pueda asumir el dolor del animal pues, como ser humano consciente del contexto histórico y cultural que me ha tocado vivir, estoy acostumbrado a obtener muchas cosas como producto de eso mismo, del dolor de otros animales.
Pero es que a medida que he ido pensando en ello me he ido convenciendo de que convertir en arte el dolor de un animal es algo que deja en mal lugar a las personas. En realidad la percepción del acto como algo artístico queda totalmente en el observador, lo que se demuestra en el hecho de que somos muchos los que no lo encontramos por ningún lado. Mientras que es evidente lo que supone de maltrato y de tortura para el animal (objetivamente, una lucha desigual como la que se produce, en la que lo habitual es que el toro muera, no tiene muchas otras formas de verlo). Así que en su conjunto y su contexto, no veo suficientes motivos para pensar que el placer de los aficionados al ver una corrida pueda justificar la muerte del toro de una forma tan cruel.
En cierta forma, me parece humillante para el propio ser humano obtener ese placer estético, y dado que considero que los otros aspectos valorables en la decisión de prescindir de las corridas, básicamente los económicos, son en realidad marginales en nuestro tejido productivo, y prescindibles de cualquier manera (la mayoría de países del mundo prescinden, de hecho), creo que la prohibición es bastante razonable.

Dicho lo cual, soy más humanista que otra cosa y, como ya decía antes, me parecen una tontería la mayoría de argumentos que se basan "solo" en que hay que evitar cualquier dolor al animal.
Me parece un no entender qué es el ser humano, y no contemplar que la vida es también muerte. Que lo habitual es que un animal mate para sobrevivir, y que en el caso humano se va más lejos porque el ser humano en su conjunto va más lejos y tiene muchas más necesidades. El dolor animal causado por el hombre es justificable, pero hasta cierto punto.

Es solo que creo que los toros sobrepasan ese punto en el que el dolor animal es justificable. Lo hacen, de hecho, en el punto en el que el hombre se deshumaniza, obteniendo placer de un dolor ajeno que no contempla como debiera, pese a no ser un dolor humano. Un punto que ha ido moviéndose y que seguirá moviéndose hacia el menor dolor, a medida que el hombre vaya prescindiendo de su parte más violente y menos humanizada.
Pero un punto que hoy en día no podemos obviar por mucho que suponga un enfrentamiento con mucha gente anclada a una determinada forma de sentir que, personalmente, creo que nos hace peores como seres humanos. No se puede defender con el argumento del arte algo que supone un ataque tan grande a las esencias del ser humano.

martes, 6 de julio de 2010

Ventajismo.

Sí, ventajista, que así va a ser esta entrada. Porque llevo queriendo escribirla desde hace ya un par de semanas, pero no había encontrado tiempo para hacerla. Y precisamente con el paso de los días, la reflexión que quería hacer se ha ido haciendo más y más pertinente.
Además, puede que si la retraso un solo día deje de ser válida, así que mejor aprovecho la oportunidad y lo suelto.Vamos allá.
Hoy quiero hablar de Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza. Ese por el que renombraron el polideportivo de Villa Rosa, donde tantos partidos he jugado. El que consiguió hacernos campeón de Europa e inicio la fase de mejor juego de la historia de la selección española de fútbol. Ese magnífico entrenador que, por méritos propios, pasará a la historia del balompié patrio. Y uno al que me cansaría de defender por alguna de sus peores y más desafortunadas expresiones (Henry, y casi cualquiera, sabe de que hablo).


Pero hoy voy a ser ventajista, y voy a aprovechar que la selección española está mucho más lejos de lo que él jamás consiguió llevarla en un mundial para criticar la actitud ventajista con la que ha venido criticando a la selección desde que comenzó éste de Sudáfrica. Algo que me hubiese gustado hacer desde que abrió la boca en la fase de clasificación, aunque entonces decidí ser prudente para ver si se enmendaba. Y algo que creo que se ha ganado a pulso.

Hay quién opina que Luis Aragonés puede decir lo que quiera, que se ganó ese derecho cuando dirigió a la selección que ganó en Viena. Y que a fin de cuentas muchas de las cosas que está diciendo no son más que verdades, expresadas encima desde el conocimiento tanto del mundo del fútbol como de los propios entresijos del equipo que nos defiende estos días en Sudáfrica. De hecho, no hay más que leer los comentarios de cualquier periódico virtual (deportivo o no) para ver la cantidad de forofo que le defiende a muerte y carga contra Del Bosque a cada paso que da.

Pero esa es una idea equivocada, un error que pasa por alto que Luis Aragonés representa el pasado (innegablemente glorioso) y que en ningún caso debería ser una china en el camino hacia un futuro igualmente triunfal. Y que aunque ahora ese riesgo se antoje lejano, estando España ya en semifinales, es más que posible que con otro seleccionador menos relajado que el actual, algo así hubiera podido suceder.

Luis Aragonés mete la pata por el simple hecho de emitir opinión sobre la selección, siendo él como es el seleccionador saliente. Nunca debería hacer una crítica, por muy basada que pueda estar en la realidad, pues corre el riesgo de desestabilizar a un grupo al que, más allá de haber hecho campeón, debe buena parte de su propio éxito.
Pero es que además en muchas de sus opiniones se desprende la mala fe de aquel que no desea al prójimo un éxito igual al suyo, lo cual es de por si bastante mezquino, y se salta por el camino muchas de sus propias ideas sobre lo que son los códigos del fútbol, esos que hacen que las cosas queden en la cancha y no se trasladen al exterior.
Personalmente, me da la sensación de que Luis Aragonés guarda cierto rencor por como salió de la selección, por como no se le dio la oportunidad de continuar con el equipo para intentar ganar él mismo este mundial de Sudáfrica.
Pero no debería olvidar que vivió la eurocopa de Austria y Suiza totalmente de prestado, después de arrepentirse de dimitir si no pasaba de octavos en el mundial de Alemania. Que en realidad llegó allí casi de rebote y jugando mal, pese a que luego el equipo hizo un gran fútbol. Y que la decisión de dejarle fuera fue la consecuencia de la expresión de su propio deseo de dejar al equipo al terminar la eurocopa.
Así que, pese a que el se sienta frustrado por verse fuera, debería dejarse de comentarios hirientes y centrarse en apoyar a unos jugadores que le quieren y le respetan por haber hecho de ellos los mejores. Y que mejor manera de concretar ese apoyo que con un respetuoso silencio hacia el trabajo de unos colegas que están desempeñando un trabajo que él debe saber bien complicado.

Todo lo que sea salirse del silencio o el elogio, por fingido que pueda ser, es un error, y él debe entenderlo como tal. Porque si al final España acaba dando la campanada será en buena medida por alguna de las decisiones que él tomó en su momento, y nadie le va a negar el mérito. Pero si se empeña en continuar desacreditando a sus compañeros, incluso a sus pupilos, lo único que va a conseguir es perder el respeto de todos. Y eso ni es bueno para él ni para la selección española de fútbol...
Mañana tiene que ser un gran día, ojalá.
Espero que todos lo veamos y que al final las cosas que ha ido diciendo el amigo Aragonés queden en el olvido del que perdona lo malo cuando lo bueno es tan grande...

Aun a riesgo de ser un gafe del carajo, que leches...
¡¡Podemos!!

jueves, 13 de mayo de 2010

Equivocaciones.

Sí, una entrada nueva.
Y no, que nadie busque en el título explicación para la ausencia, la única real es que no me apetecía escribir nada, y probablemente vuelva a desaparecer por un tiempo después de esta entrada.

¿De que va el título entonces? Pues de que hoy he oído algo que me ha llegado al alma y, esta vez sí, necesitaba escribir.

El caso es que vivimos tiempos convulsos, y la crisis económica que se cierne sobre Europa nos ha tocado de lleno (más si cabe) estos últimos días. Y eso ha hecho que algunos se despierten de sus equivocaciones y otros cometan equivocaciones nuevas, para hacer de este mundo un lugar igual de malo y cada vez con menos esperanza de cambio.

Zapatero nunca fue santo de mi devoción, pero no puedo negar tendencias izquierdistas, así que, entendiendo como entiendo que la política es a veces necesariamente falsa, prefería no reírme cuando negaba la crisis, y no llorar cuando se dilataban los errores a la hora de acometer las soluciones que se debían tomar. Medidas muy dolorosas, de las que los cobardes eludimos hasta que se llega a un punto de no retorno, pero que uno espera que se tomen desde la responsabilidad del gobierno y la serenidad del deber.
Es parte de mi culpa como votante asumir esa condescendencia hacia sus errores, aunque sigo pensando que, por desgracia, no existe una verdadera alternativa para mi vocación de voto. Y no nos engañemos, la opción de voto opuesta no le gusta ni siquiera a mis antípodas ideológicas, lo cual explica bastante la situación actual, en la que la oposición es tan mala que ni siquiera tendría asegurado el gobierno de darse unas elecciones en este momento.
Si tuviera que definir la situación política actual con una metáfora, diría que estamos en una carrera de Formula 1 en la que los dos coches más potentes y veloces van sin conductor, y el resto parece que llevan triciclos. Es mala, pero creo que suficientemente descriptiva para explicar como seguimos equivocándonos.

Pero la equivocación que más me ha sacado de mis casillas, y la que de verdad ha desencadenado este post, es la que he leído hoy en varios periódicos, extractado del editorial del "Financial Times". Una que reza: 'España, que lleva mucho tiempo reclamando que no merece estar en la misma categoría que Grecia, por fin se ha dado cuenta de que eso es una diferenciación que le corresponde delimitar a los mercados, no a los políticos.'
¿Y porque me toca la fibra especialmente esta frase? Posiblemente porque es cierta. Pero deja implícita el verdadero error en que estamos sumidos: los seres humanos hemos permitido que la economía se haga dueña de nuestra vida, incluso al más alto nivel, y ya ni siquiera los gobernantes de los países más poderosos pueden ejercer un suficiente control sobre ella.

Y no me entendáis mal, no pretende ser una lectura iluminada de alguien que se acaba de percatar de como funciona la maquinaria del mundo, ya tenía claro desde hace mucho que el dinero mueve a las sociedades, igual que el amor mueve al hombre.
Pero es que me da la sensación de que antes los poderosos se apropiaban de la política en su propio beneficio, mientras que ahora ya ni siquiera les hace falta eso. Y eso me roba la esperanza de que algún día alguien bueno pueda cambiar las cosas.

Porque esa es mi verdadera inocencia, confiar en que desde la política se podía luchar contra la corrupción económica del sistema, y ahora cada día me cuesta más creerlo.

Si asumimos que el parqué se mueve en muchas ocasiones marcado por grandes fondos especuladores que son capaces de modificar por si mismos el movimiento de las bolsas, y viendo el espectáculo de como se apuesta a que el precio de la deuda de un país vaya subiendo hasta estrangularlo y casi quebrarlo, nos damos cuenta muy rápido de que hay cosas que se deberían regular cuanto antes en los mercados si queremos asegurar cierto espacio de libertad para el ciudadano común.

Pero da la sensación de que todos los excéntricos y cataclísmicos movimientos que se producen desde los gobiernos para luchar contra la crisis están muy poco enfocados a romper esa tendencia, y duele ver como al final parecen ser los bancos y las entidades financieras quienes menos pagan el pato...

Están equivocados los políticos, que no atacan la base del problema por no tener valor para enfrentar las consecuencias. Están equivocados también los que manejan el engranaje de la riqueza, que exprimen tanto el limón que dañan la estabilidad social que les permite estar donde están. Y estamos equivocados el resto, porque vamos por mal camino y estamos tan adormilados por nuestras comodidades que no tenemos la voluntad de levantar la voz.


Pero uno puede equivocarse solo un número limitado de veces, y al final los errores se pagan. Y siguiendo por este camino, es solo cuestión de tiempo ver como nos vamos todos a la mierda...