lunes, 28 de septiembre de 2009

Hazme reir.

El actual gran nombre de la comedia estadounidense es, casi sin ninguna duda, Jude Apatow. Tanto por su trabajo como director como por las películas que escribe y las que produce, se ha convertido en el mayor filón comercial del Hollywood más payaso. Y a mí me divierte bastante.

La última película que ha dirigido es "Hazme reir", "Funny People". Como el mismo declara, solo dirige aquellas películas que le tocan más íntimamente, aquellas cuya historia le implica de una manera personal. Y esta película, centrada en el tema de la amistad y en el del mundo de los humoristas, a él le toca muy directamente. No en vano el vídeo con el que comienza la película, en el que se muestra una broma telefónica de Adam Sandler, lo grabó el propio Apatow allá por los primeros 90's, y las voces de fondo pertenecen a él mismo, a Jeneane Garofalo y a Ben Stiller.

Apatow intentó ser cómico en su juventud. Concretamente, intentó dedicarse a la "Stand Up Comedy", eso que aquí llamamos hacer monólogos. Pero descubrió pronto que, pese a ser un buen escritor, no daba del todo bien delante del público. Así que pronto derivó su carrera hacia la escritura y la producción, y en los últimos años ha alcanzado el éxito en la dirección, con películas como "Virgen a los 40" o "Lío embarazoso".
Esa experiencia le permitió convivir con humoristas y vivir el mundo desde dentro. Y eso es, en buena parte, lo que ha reflejado en la película.


Como ya he comentado por aquí en alguna ocasión, uno de mis mejores amigos es humorista, monologuista, hace stand up comedy. Ni mucho menos tengo la implicación que él o Apatow tienen con este tema, pero de alguna manera sí que he podido estar, a través suyo, más cerca del mundo del negocio del humor de lo que suelen estar la mayoría de las personas. Y lo cierto es que la película me mostró muchas de las cosas de las que él me ha hablado: los excesos de protagonismo, los egos disparados, la relativización de la amistad y la búsqueda del éxito. Esas cosas tan extremadamente humanas que distraen del éxito artístico (el qué te distancia de la mediocridad humana), que también muchos persiguen, algunos por encima de cualquier otra cosa.

Vista con esa perspectiva es difícil ser objetivo. La película me gustó mucho, me sentí en cierta forma partícipe de muchas de las situaciones que se narraban, pese a no ser más que un espectador más cercano. Y aunque es posiblemente la menos divertida de las películas de Apatow, me reí con ganas de muchas de las situaciones menos graciosas.
Seguramente se trata de una película demasiado larga, con ciertos desequilibrios entre sus partes más cómicas y las más dramáticas que le hacen perder ritmo. Y aunque en otras ocasiones Apatow ha narrado temas profundos (como el embarazo no deseado de "Lío embarazoso"), en esta película lo hace dando demasiadas vueltas, dotándole de quizás demasiada complejidad para una comedia.
Pero lo pasé muy bien viéndola, y creo que podría repetirla sin dejar de reirme.

Los actores están todos bastante bien con un Seth Rogen en vías de adelgazamiento que pierde con ello parte de su vis cómica, pero gana en desencasillamiento, y un Adam Sandler que, a base de interpretar en parte algo que conoce a la perfección, parece menos vulgar que en otras películas. Además se acompañan con mucha credibilidad del resto de cómicos noveles en proceso de crecimiento, y de un Eric Bana que da muy bien el papel de machote triunfador. Y la esposa de Apatow y sus hijas también cumplen perfectamente, aunque haya situaciones en las que participan más por el capricho de su padre que por otro motivo.

No diré que no es una película de videoclub, porque sin duda lo es. De esas que uno puede ver o no, dejar puesta para dejarse entretener o dedicarse a cosas más importantes. No es una película esencial en una filmografía moderna.
Pero personalmente no dejaría de verla, sobre todo si de alguna forma se conoce en parte el mundo de la actuación y la comedia. Recomendable, divertida y con cierto trasfondo. No es la mejor, pero es otra buena producción del señor Apatow.

martes, 22 de septiembre de 2009

Malos tiempos para mi lírica.

No os voy a contar nada que no le pase a cualquiera.
Simplemente estoy pasando una época en la que me cuesta encontrar tiempo para escribir, y por eso estoy casi esquivo, paseando lo mínimo por los blogs ajenos, sin visitar algunas de mis páginas de internet favoritas, durmiendo menos y trabajando más, más cansado cuando tengo unos minutos...

No me voy, seguiré escribiendo, pero con este post oficializo un nuevo recorte en la frecuencia de publicación de mi blog. Atrás queda aquel primer año en el que escribía algo cada día entre semana, para descansar solo sábado y domingo. Y los últimos intentos de mantener un ritmo de tres posts semanales.
Simplemente ahora tengo que elegir entre escribir o hacer deporte, o leer, o mantener mi escasa vida social, o dormir, o trabajar... Y me estoy chocando con la realidad de tener tres películas vistas en las últimas semanas y no encontrar tiempo de escribir sobre ellas (y mira que sé lo que escribiría). O de estar leyendo un libro que me hace bullir ideas que compartir, y no encontrar momentos de tranquilidad para sentarme delante del ordenador y plasmarlas en la pantalla. O de haber visto un vídeo de una conferencia que me resulta espantosamente reveladora, y no poder dedicarle tiempo suficiente a contárosla a mi manera. De seguir encontrándome buena música que me gustaría que todo el mundo escuchara...

Necesitaba soltar esto antes de intentar escribir otras cosas, para seguir sintiendo que respeto mi blog. Ahora casi me parece una perdida de tiempo, un robo a ese libro y esas películas, a la música y la conferencia, pero me quedo más tranquilo disculpándome con él por tenerle tan olvidado. Y espero que aquellos que alguna vez le acompañáis sepáis recoger la parte de disculpa que os toca...

Seguiré por aquí, menos, pero seguiré.
Hasta que pueda.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Discos con corazón.

Hace ya meses, quizás un año o más, que desapareció una cadena de música que emitían por la TDT y que se llamaba Fly Music.
Aparte de contener algún programa horrible, tener unos presentadores regulares y rellenar tiempos muertos con gente contando como era, intentando ligotear a las puertas de las discotecas más de moda, lo cierto es que ponían muy buena música. Y era sin duda la cadena que se atrevía con vídeos más raros, menos "mainstream" (sí, soy un pedante usando estos palabros).

Un grupo que conocí gracias a ella, y que desde entonces me ha dado varias alegrías, es Miranda!, uno de esos de música pop tecnificada que me gustan tanto.
Miranda! son, sobre todo, divertidos. Cantan jugando con las voces, crean letras alegres, desenfadadas y superficiales, y sus vídeos son de lo más fresco y curioso que se puede encontrar, a menudo con coreografías y bailes nada complicados, pero que producen unos efectos muy llamativos.
En este que os pongo, por ejemplo, comprobaréis que recuerda por igual tanto a algunos vídeos de "Fat Boy Slim", por sus movimientos, como a alguno de Robert Palmer, por sus bailarinas. Y esos pasos, con las enfermeras agitando las cuñas... impagables. No dejéis de verlo aprovechando la característica HD que facilita YouTube:



Miranda! acaba de sacar nuevo disco, aunque aun no lo he escuchado. Y aunque en España no se les conoce demasiado, me he enterado, informándome para escribir este post, de que consiguieron meter un poco el pie a través de la canción que se empleó para presentar la serie "La Lola". Serie que no llegué a ver jamás pero que, por lo menos, debía empezar bien cada capítulo...

Espero que os gusten, como siempre, ya notaréis que continuo con mi proselitismo musical. Que casi parezco aquel perro de peluche que había en mi infancia, "Tristón", buscando algo de comprensión y cariño (aunque él quería más, mucho más, insaciable, y pedía un amiguito, un hogar y mucho amor... que no entendía de crisis, vamos...).
Feliz fin de semana, como adivinaréis, yo lo necesito...

lunes, 14 de septiembre de 2009

Resacón en Las Vegas.

Cada vez soy menos selectivo a la hora de ir al cine. Cada vez me cuesta más ir a ver películas serias, dramas, obras de autor de esas en las que se nos quiere hacer ir algo más lejos y plantearnos cuestiones trascendentales.

Quizás porque, por mí mismo, ya pienso más de lo que debería. Y en ocasiones me encuentro viendo películas tontas y dándole mil vueltas a alguna idea suelta que deja caer, como si buscase sus claves más escondidas.
También porque me hago mayor y todo se vuelve más serio a mi alrededor, más agotador, y necesito desconectar. Y muy posiblemente porque, aunque uno intente que el mundo a su alrededor no le afecte, al final se deja alienar por la sociedad de lo fácil en la que vivimos y tira a eso, al consumo inmediato.
Aunque también me gusta pensar que cada día le doy más importancia al humor como motor de muchas cosas, y que si me acerco a algunas películas es porque también necesito de él en mi vida. Es, en cierta forma, mi peculiar manera de afrontar el mundo con optimismo...

El caso es que fui a ver "Resacón en Las Vegas" guiado más por la idea de dejarme llevar que por cualquier otra. El título no invita, nada, y tanto los actores protagonistas como el trailer que había visto me parecían bastante vulgares. Así que buscaba algo que simplemente me entretuviera un rato.


Pero me encontré una agradable sorpresa, y he de decir que disfruté mucho de la película.
Sin que ésta me pareciera nada especialmente memorable, y dejando claro que es una película destinada básicamente entretener, lo cierto es que me encontré con una obra muy bien hecha.
Y cuando digo que está muy bien hecha es porque me parece que está muy bien "medida", que resulta muy redonda y está muy bien contada, que los personajes son interesantes y que las dosis de extravagancia y surrealismo no cansan y caen sobre la película perfectamente calculadas para producir su efecto óptimo.

La historia en cuestión no es muy original, de hecho resulta casi vulgar: un grupo de amigos que se van a Las Vegas a celebrar la despedida de soltero de uno de ellos, desfasando en una noche loca de esas que no se cuentan a la pareja y que posiblemente no se repetirán jamás (al menos no hasta la siguiente despedida de soltero). Subidón, subidón, subidón, y si te he visto no me acuerdo...
Pero se escoge una forma especial de narrarla que hace que toda la peripecia, todo el exceso cometido, resulte especialmente interesante, capte la atención de forma inmediata y mantenga esa atención como si en vez de una comedia idiota se tratara de una obra de suspense. Se nos cuenta desde el día siguiente y desde la reconstrucción de los hechos a base de los retazos de vivencias que el alcohol y las drogas no han conseguido destruir. Y se añade una búsqueda contra el reloj que le da al conjunto mucho más ritmo y tensión. Todo un acierto del guión.

Para mi fue muy curioso encontrarme enganchado a lo que se me estaba contando casi desde el inicio, deseando saber más, como ocurre con esas novelas que enganchan y no puedes dejar de leer aunque sea de madrugada, o como sucede cuando un capítulo de una serie de televisión es verdaderamente bueno y te atrapa de tal forma que los anuncios se convierten en una especie de tortura diabólica. Simplemente no me esperaba eso de este tipo de película, y me gustó especialmente lo que consiguió y la forma de hacerlo.

Puede que haya situaciones demasiado sacadas de quicio, y puede que haya personajes que resulten irrealmente absurdos. También es posible que otras se resuelvan de maneras que resultan demasiado cogidas por los pelos.
Pero lo cierto es que la película combina muy bien sus idioteces con la destreza narrativa. Y no hay mejor muestra de ello que la secuencia de fotos final, en la que vemos como se atan magistralmente todos los cabos que puedan quedar sueltos mientras queremos cerrar los ojos ante algunas de las animaladas que se nos enseñan.

No diré que sea esencial verla en el cine, pues tanto por temática como por sus formas es pura carne de videoclub.
Pero creo que al final es de esas obras en las que merece la pena gastarse el dinero, por lo satisfecho que sales del cine. Y no tanto por ser una gran película como por lo bien que cumple con sus objetivos y lo que puede sorprender su historia.
No es solo una nueva película chorra, no es únicamente otra idiotez más para adolescentes. Tiene de eso y quién espere algo así no saldrá decepcionado. Pero tiene ese "algo más" suficiente para que cualquiera con un poco de amplitud de miras se sienta satisfecho.
Recomendable como poco.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El pequeño escritor que hay en mí...

El otro día apareció por mi casa una de mis primeras obras literarias. Una de una época en la que yo no era más que un niño de unos 8 años con demasiada imaginación, una máquina de escribir y mucho tiempo libre.
Y es, sin duda, una obra controvertida, que causo cierta polémica en su momento en todo aquel que la tuvo en sus manos...

De pequeño fui un crío con muchas ganas de aprender. Mis hermanos son todos mayores que yo, con cierta distancia, y yo lo que más deseaba era hacer aquello que les veía hacer. Hasta donde recuerdo, estaba deseoso de entrar en el colegio, como ellos, y el día que por fin me toco pisar por primera vez las clases, no fue ni mucho menos traumático. Yo era un niño feliz que estaba en el mismo sitio que mis hermanos y que empezaba a participar de aquella rutina misteriosa que les veía ejecutar disciplinadamente a diario. Aunque al día siguiente no me apeteciera volver y contestara, al decirme mi madre que tenía que ir a clase, que ya había ido el día anterior, como si hubiese cumplido y al hacerlo hubiese descubierto que no era lo mío...
Pero aprendí pronto que tenía que ir a diario, y le cogí el gusto.

Lo siguiente que me apeteció imitar fue el leer. Evidentemente no lo tengo muy fresco en la memoria, pero recuerdo que en cuanto aprendí un poco sobre las letras, cual era cual y como se conjuntaban, me pasaba todo el día leyendo todo lo que caía en mis manos y podía interpretar. No me refiero a libros, aunque muchos infantiles cayeron, claro, sino anuncios, carteles publicitarios, eslóganes... Cualquier cosa que juntara una letra detrás de otra y me quedara a la vista. Y a los seis años no solo leía mis cuentos, sino que también los escribía, con la vieja y mágica máquina de escribir "Underwood" de la antigua tienda de mi abuelo, que habíamos heredado al fallecer él (y que, por cierto, aun anda por casa, aunque totalmente inutilizada).



Creo que fue un verano de aquella época, con seis años, cuando decidí que quería escribir un cuento largo. Algo parecido a los que me leía yo, no la típica redacción imaginativa de media página que te mandan hacer en el colegio. Y escribí mi primera "novela", que aun conservo en unos folios tan finos como el papel de fumar, y que también salían de los cuadernos de pedidos de mi abuelo.
Una "novela" que en realidad es una historia compuesta por 10 u 11 capítulos (no recuerdo exactamente), de una página o una página y cuarto de duración cada uno, y que, leída hoy, me sorprende por hasta que punto era capaz de concebir con aquella edad una historia con cierto sentido y continuidad, y por las pocas faltas de ortografía que tenía ya por entonces (exceptuando tildes, claro está).

Y por fin llegamos al cuentecito con el que comencé este post, y que creo que fue el último que escribí con aquella maravillosa máquina. Se trata, exactamente, del cuento del mono Yoli (que no sé porque se llamaba Yoli, que es nombre de mujer, pero puedo asegurar que se trataba de un macho). Lo que causo cierto revuelo al leerlo en mi casa fue que mi protagonista, en una retorcida historia de poco más de medio folio, toma la decisión de violar a la mona Juanita, para poder de esa manera concretar su amor por ella.
Evidentemente, yo no tenía mucha idea de lo que significaba la palabra violar, ni de sus implicaciones violentas y sexistas. De hecho, Yoli es descrito en la historia como un mono muy bueno. Pero el simple hecho de usar la palabra, oída seguramente en alguna crónica de sucesos, provocó cierta lógica preocupación en mis progenitores, que se temían que su joven hijo se estaba convirtiendo en una criatura algo siniestra...
Tras ser interrogado por las motivaciones del cuento, sobre lo que significaba, hasta que punto yo mismo entendía lo que había escrito y como lo interpretaba personalmente, se debieron quedar tranquilos. Pero el cuento quedó guardado en un bargueño donde siempre hemos guardado algunos tesoros, y ha ido cogiendo rigidez y color sepia a medida que ha ido acumulándose recuerdos sobre él.

Creo que aquel interrogatorio, y el comprender que había preocupado a la gente a mi alrededor, me afectaron un poco. Y ya no volví a escribir cuentos por el puro placer de escribir hasta que me hice mayor.
Aunque hoy en día los mantengo más ocultos, no sea que alguien se preocupe de verdad, que ya tengo edad para ser confinado en un manicomio...

lunes, 7 de septiembre de 2009

Up

Había tenido que dejar unos días para ver "Up". No por nada, las críticas ya estaban hechas y las ganas de verla quedaban ahí. Pero entre las vacaciones y que hablé con unos amigos que querían verla y no podían hasta unas determinadas fechas, tuve que contenerme.

Pero el otro día me liberaron de la espera y fui a verla, en 3D, que tenía muy buenas experiencias previas y se ha convertido en un sistema casi de referencia. Y me ha demostrado una vez más que, hoy en día, son las películas de animación las que mejor cuentan historias y las que más capacidad tienen de emocionar. Pixar vuelve a hacer una obra maestra, y yo estoy de nuevo deseando que la saquen en DVD para incorporarla a mi colección.

Recordar "WALL-E" al ver a su hermana menor es inevitable. Como aquella, esta "Up" combina a la perfección los sentimientos más profundos con el desarrollo de una historia indudablemente entretenida. El comienzo es, como en la primera, un verdadero ejercicio de seducción, una situación del personaje absolutamente enternecedor y muy preciso, que consigue que entendamos a la perfección quien es Carl y por qué es como es. Un comienzo no tan largo como aquel de "WALL-E", aunque realmente conmovedor, cine de gran calidad. Y posteriormente se nos introduce en una historia de aventuras maravillosas, llenas de imaginación y peripecias fantásticas que, aunque parezca mentira en un anciano que se mueve por la vida con bastón andador, remiten a las películas de Indiana Jones sin resentirse demasiado su credibilidad (a fin de cuentas, quizás Indiana Jones empiece a necesitar un andador, y nuestro Carl va descubriendo poco a poco en su aventura que puede seguir viviendo y siendo joven).

Después de toda la publicidad recibida por la película, y de todos los comentarios hechos sobre lo buena que es, me resulta complicado decantarme entre "Up" y "WALL-E" para otorgar un puesto de honor. Pero creo justo intentar hacerlo.
Posiblemente me quede con "WALL-E", pues creo que su primera parte es superior con creces a cualquier otra cosa que haya visto en el cine en los últimos tiempos. Esa forma de contarnos quién es ese solitario robot sin que sea necesario emitir una palabra me resulta de una calidad y una emotividad tan descomunal que realmente me desborda. Conseguir que uno se sienta así a través de una máquina de expresividad limitada me parece una obra de arte de la narración con imágenes.
Pero he de admitir que la segunda parte de la película de "Up" es superior a la del desarrollo y desenlace de las aventuras de "WALL-E". Sin dejar de tener un contenido más que apto para niños, presenta una mayor complejidad y peso que "WALL-E", y posiblemente sea mucho más apropiada para llevar a los niños al cine, pues su comienzo es mucho más asequible y fácil de entender y no se corre tanto riesgo de que se aburran.

De lo más destacable de la película resulta, sin duda, la imaginación y gracia con que se nos narra toda la aventura sudamericana, aunque por encima de todo quedan los momentos más emotivos que te hacen soltar la lagrimita y que consiguen que la película se te quede en el recuerdo. Pero lo cierto es que todo su guión es muy bueno, tiene un gran ritmo y no hay ningún momento en que haya algo que despiste o de la sensación de que no cuadre. Simplemente es muy redonda, pese a que el final, concesión infantil, pueda parecer un poco ñoño.

Por supuesto, una "must see", una de obligado visionado en el cine. El 3D en este caso, aunque no molesta, tampoco resulta esencial, pues la película no contiene muchas imágenes que lo exploten con grandes efectos y basa su fuerza en lo que se nos cuenta. Imperdonable dejarla pasar...

viernes, 4 de septiembre de 2009

Cruzando el Gran Canal.

Este verano un amigo me preguntó si tenía un determinado disco.
Y sí, lo tengo. Uno de un grupo que recuerdo con mucho cariño por un par de canciones prodigiosas pero que, posteriormente, no se prodigó demasiado y cayó en el olvido...

Había pensado en ellos como grupo para poner en el blog en más de una ocasión. No os van a sorprender a estas alturas, son pop y del bueno, y con eso suele bastarme. Pero me había olvidado de ellos hasta que mi amigo me recordó que me gustaban.

Os quiero poner aquí esos dos grandes hitazos, sobre todo porque me cuesta decidirme entre uno u otro. El primero resulta poéticamente triste, la narración lánguida de la infidelidad que se recibe y la definitiva asunción de que es el final, a eso de las seis de la mañana, cuando por fin la encuentra. Preciosa.




La segunda canción, de ritmo más rápido, es casi como ver pasar de lejos una diosa y quedarse así, lejos, con la úlcera explotando por no saber como acercarse a la perfección, intocable.
Me he tenido que ir a Japón para encontrar el vídeo original, pero merecía la pena aprender el idioma solo para saber como embeberlo en el post...




Y que más decir, que son Rialto, que dejaron de hacer música juntos aunque el cantante, Louis Eliot, heredero de una saga de Lords británicos de esos que se dedican a ser rentistas y vivir, ha hecho algo más alguna vez, y que aquel su primer disco homónimo fue verdaderamente bueno.
Si me lo pide mi amigo tendré que dejárselo, pero pobre de él como lo pierda...

martes, 1 de septiembre de 2009

El sexo de los ángeles.

El otro día venía en "El País" un artículo muy interesante que trataba sobre le definición del género en las competiciones deportivas.
El artículo tomaba el caso de Caster Semenya, la campeona de 800 metros en los últimos campeonatos de atletismo de Berlín, de cuya identidad sexual se duda, para narrar como ha evolucionado la percepción del sexo de los atletas desde la perspectiva de las reglas deportivas. Y trataba de explicar una serie de nociones sobre la diferenciación sexual cuya base biológica resulta especialmente interesante (algo estudié al respecto)...

El caso es que hay cosas que no mucha gente sabe. Por ejemplo, que el ser un hombre o una mujer no es una cuestión genotípica (determinada exclusivamente por lo que marcan los genes) sino fenotípica (determinada por lo que finalmente expresan los genes).
Así, aunque para el común de los mortales que saben un poco de genética la mujer es XX y el hombre XY, lo cierto es que se dan casos de hombres XX y mujeres XY. Muy raros, sí, pero se dan.
Y eso se debe a que en realidad que una persona se desarrolle como hombre o como mujer se debe a una conjunción de procesos que, en su desarrollo, no siempre conduce a un único resultado. De hecho, hay resultados intermedios (estados intersexuales) que realmente no entran ni en una ni en otra categoría.


En base a esto, el artículo venía a decir que decidir quién puede o no competir como hombre o como mujer es mucho más complicado de lo que parece.
No basta con hacer una simple prueba para ver si se tiene o no cromosoma Y. No solo porque, por ejemplo, se puedan dar casos de mujeres muy femeninas con genotipo XY (no hay más que buscar rumorología relacionada con el Síndrome de Insensibilidad a Andrógenos, SIA, o Síndrome de Morris para encontrarse con personas no solo muy bellas, sino muy famosas), sino porque en muchos casos, y especialmente en los intersexuales, es el individuo en cuestión quién decide su propia identidad.
Y parece que hoy en día es precisamente el argumento de la identidad el que más pesa a la hora de decidir si una persona puede o no competir como mujer.

Resultaba muy interesante leer el debate encendido que se daba en los comentarios del artículo, entre personas incapaces de aceptar ese argumento de la identidad personal y los que en cambio lo defendían. Muchos daban argumentaciones muy perdidas, en las que el simplismo del XY suponía todo lo necesario para calificar a una persona como hombre. Y algunos simplificaban en el sentido contrario, indicando que "sentirse" mujer e identificarse como una era suficiente.

Pero personalmente me resulta muy difícil dar una opinión definida. Siendo tan amante del deporte, me parece casi imposible decir si la posibilidad de que se adultere la competición ha de limitar las verdadera sensación identitaria de una persona.
Pero entiendo que es injusto para otras competidoras el verse luchando con una persona cuya identidad quede confusa y pueda obtener ventaja de ello. Y, sin embargo, me queda el regusto amargo de que a a la señorita Semenya se le juzga con demasiada dureza para la falta de pruebas que rodea el caso...

Son estas imperfecciones las que hacen que nos planteemos las cosas, los detalles que se salen de lo normal y ante los que nuestra mente no sabe exactamente como reaccionar.
Es una lástima que no se pueda quedar la pregunta en el aire, pues al final en una carrera ha de haber un vencedor. Pero aunque al final se dé una respuesta determinante al caso de Caster Semenya, y a cualquiera que se produzca en el futuro, estoy convencido de que los debates y las novedades continuaran siempre.